Moscú tiene un par de buenas razones para embarcarse en una operación militar. La primera es la batalla geoestratégica por Europa. A nadie se le escapa que para Vladimir Putin es fundamental mantener a Ucrania dentro de su órbita de influencia. Si Kiev decidiera entrar en la Unión Europea o en la OTAN, la posición de Rusia en el Viejo Continente se vería seriamente perjudicada. El Kremlin todavía se está lamiendo las heridas de la derrota de las repúblicas bálticas y no quiere perder más satélites ex soviéticos.
Un segundo motivo de peso sería el acuerdo alcanzado por Putin con el presidente ucraniano, quien -no lo olvidemos- representa a la parte rusófila del país. El líder ruso no puede permitirse el lujo de dejar a Yanukovich a los pies de los caballos, porque eso tendría efectos perniciosos no sólo sobre su propia opinión pública que considera a los ucranianos como un pueblo eslavo hermano, sino también sobre el calamitoso estado económico de Ucrania, que ahora depende de su ayuda. Ahí está el compromiso alcanzado en diciembre para comprar 11.000 millones de euros en bonos ucranianos y para bajar considerablemente el precio del gas que llega desde Siberia.
RAZONES EN CONTRA.
Pero también existen importantes factores en contra de una decisión tan peligrosa como ésa. Por un lado, Ucrania no se asemeja ni de lejos al caso de Georgia. Su territorio es mucho más grande y está menos aislado geográficamente que el estado caucásico invadido en agosto de 2008 por los tanques rusos como venganza tras las ínfulas atlantistas del presidente Mijail Saakashvili. La aventura de enviar a los paracaidistas a Kiev supondría para Rusia el deterioro -sino la ruptura- de sus relaciones económicas con la UE y Estados Unidos. El coste resulta excesivo, más si cabe cuando Rusia necesita más inversiones extranjeras para diversificar su economía demasiado basada en las materias primas.
Una segunda circunstancia contra la intervención armada radica en que actualmente el Ejército ruso se encuentra demasiado ocupado en el norte del Cáucaso. La amenaza de un atentado terrorista de corte yihadista contra los Juegos Olímpicos de Sochi centra ahora todos los esfuerzos de las fuerzas de seguridad.
Aunque el escenario parece improbable, la tentación se presenta muy fuerte.
Fuente: http://www.elmundo.es/
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