En la reciente cumbre de la UE, el premier británico David Cameron se opuso categóricamente a los planes de creación del Ejército unificado de Europa. ¿Por qué lo hizo?
En aquella ocasión, muchos medios adujeron sus palabras acerca de que la UE no necesita disponer de sus las tropas terrestres ni de la Fuerza Aérea propias, como tampoco los demás componentes reglamentarios de las Fuerzas Armadas. Cameron hizo recordar a sus colegas que el meollo de la seguridad europea es la OTAN y no es conveniente debilitarla dispersando las fuerzas militares.
La postura de Inglaterra es comprensible. ¿Acaso Europa no está harta de los problemas que afronta, incluido el mantenimiento de la OTAN, en que debe invertir el dinero de sus contribuyentes? ¿Por qué Francia, España, Italia, Polonia y Alemania han vuelto a promover la iniciativa que Gran Bretaña ya rechazó el año pasado?
En aquella ocasión, aparte del Ejército europeo, once países de la UE proponían instituir el cargo de presidente de la UE, crear un ministerio de exteriores común e introducir un visado de entrada europeo común. The Telegraph expuso la reacción británica a aquella iniciativa: "otro rompecabezas inútil en el vanaglorioso proyecto europeo, cuyos rasgos característicos ha pasado a ser la crisis económica y las crecientes prácticas de opresión de la soberanía nacional".
Gran Bretaña se opone a la evolución de un proceso mucho más profundo, cuya esencia todavía en 1952 había comentado uno de los padres fundadores de la UE, Jean Monnet: "Los pueblos de Europa han de ser guiados hacia la creación de un superestado, sin que ellos se den cuenta de lo que ocurre. Esta meta podría lograrse mediante unos pasos consecutivos, cada uno de los cuales esté supuestamente canalizado al logro de unos objetivos económicos, pero, a fin de cuentas, debe conducir irreversiblemente a la federación".
Y el rasgo principal de una federación son unas fuerzas armadas y un sistema de defensa comunes. Los federalistas, encabezados por Francia y los países de Benelux, se pronuncian a favor de practicar una supranacional política europea común en materia de defensa y seguridad(CESDP) que excluya a EEUU del sistema europeo de seguridad. Mientras, Gran Bretaña y Dinamarca abogan porque EEUU mantenga posiciones fuertes en Europa.
Alemania acabó por respaldar el europeísmo de Francia, pero, según las leyes europeas, el atlantismo de Gran Bretaña impide da un paso consensuado hacia el superestado europeo.
Este paso sería difícil también por otras razones. La versión anterior de las FFAA europeas, la Unión Europea Occidental, siempre era considerada una estructura auxiliar de la OTAN. Durante el conflicto en Yugoslavia, las fuerzas europeas de despliegue rápido dieron muestras de baja eficacia y una escasa operatividad, mientras los dirigentes políticos no pudieron elaborar una estrategia común.
En las operaciones de mayor envergadura ni siquiera alcanzaron los recursos de la OTAN. Al iniciar la operación en Afganistán, EEUU pidió ayuda no a la OTAN en su conjunto, sino a algunos países aliados: Gran Bretaña, Francia y Alemania. Washington lo hizo también para mantener bajo su pleno control los órganos de mando. Durante la operación se reveló que en Europa escasean componentes tan importantes de las FFAA como los medios de reconocimiento, apoyo logístico, comunicaciones y aviación pesada de transporte militar.
Ahora los intereses de la Europa continental han cambiado a fondo. África es escenario de luchas armadas por las esferas de influencia. Este año, en lo referente a la aviación de misiones generales, los federalistas propusieron crear un grupo europeo integrado por aviones de transporte, aviones cisterna y aviones no tripulados, tan indispensables en las operaciones que Francia desarrolla en Mali y la República Centroafricana.
Para Gran Bretaña, igual que en Afganistán, es una buena oportunidad para fortalecer su aviación de transporte militar. Cae de su peso que Londres no arde en deseos de compartir con otros un negocio tan lucrativo, ni ayudar a los socios a alcanzar sus propias metas.
El Artículo 42 del Tratado de Lisboa, es decir, de una especie de la Constitución europea, reza: "La política común de seguridad y defensa incluirá la definición progresiva de una política común de defensa de la Unión.
Ésta conducirá a una defensa común una vez que el Consejo Europeo lo haya decidido por unanimidad". Mientras los países europeos persigan objetivos bien distintos tanto en la política como en la defensa, una decisión unánime ni se vislumbra. Como tampoco un Ejército de Europa.
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