Bajo la custodia de las Fuerzas Armadas, buena parte del mundo ha asistido perplejo a la estrategia del presidente venezolano, Nicolás Maduro, contra quienes, afirma, están llevando adelante una guerra económica en el país para desestabilizar al Gobierno. Maduro calienta motores a escasas semanas de las elecciones municipales del 8 de diciembre y quiere darle al pueblo facilidades para comprar frigoríficos, en los que no hay leche que meter.
En operativos transmitidos en directo por la televisión estatal, se ha podido ver como algunas de estas olas de inspecciones contra el comercio han estado comandadas por el jefe del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, el general Vladimir Padrino López, acompañado por la ministra de Defensa, la almirante Carmen Meléndez, y por el jefe del bautizado como Órgano Superior para la Defensa de la Economía, el mayor general Herbert García Plaza.
Salvo en regímenes políticos autoritarios al uso, no es propia semejante implicación de las Fuerzas Armadas en la política, algo que en Venezuela se ha convertido en tónica y que Maduro, consciente del necesario apoyo de la clase militar en la continuidad de la mecánica del chavismo, no ha alterado un ápice en su papel de sucesor del loado, hasta la saciedad, fallecido líder bolivariano.
Mientras la oposición acusa al Gobierno de los problemas de la economía, por haber destrozado el tejido productivo y la instauración de un sistema de control de cambio que impide la compraventa libre de divisas y que ha dado alas a un brutal mercado negro, el Gobierno destituye de cualquier posibilidad de neutralidad a unas Fuerzas Armadas que usa a su antojo y sobre las que ha tejido una notable red de apoyo.
Más allá de mantener contenta a la institución con activas políticas de bienestar social para sus miembros y la modernización y potenciación de su equipamiento, con Rusia y China como grandes proveedores, la implicación de la clase militar en la vida política alcanza cotas inusitadas, con un buen número de gobernadores militares, una cúpula castrense beneficiada económica y políticamente y más de 2.000 militares desempeñándose en la administración pública. En un marco en el que se sataniza a la oposición y cualquier opinión contraria a los intereses del Gobierno, la politización extrema de las Fuerzas Armadas venezolanas en pro del ejecutivo ahoga cualquier debate sobre el rol en que se están desempeñando. Son los movimientos de militares retirados los que están abanderando en la Institución la brecha antichavista.
El pasado mes de octubre, un grupo de 45 oficiales retirados, entre los que figuran más de una docena de generales y almirantes, el ex ministro de Defensa y general de división Vicente Luis Narváez Churión y el ex secretario de Defensa y vicealmirante Efraím Díaz Tarazón, publicaban una declaración en la que acusaban al Gobierno de Nicolás Maduro de haber roto el hilo constitucional en el país, defendiendo que una acción militar no sería un golpe de Estado. Los oficiales alertan sobre la presencia de oficiales cubanos en los cuarteles y de los esfuerzos del chavismo por destruir la institucionalidad dentro de la Fuerza Armada Nacional, mediante una política irracional de ascensos masivos, que ha llevado al nombramiento de cientos de generales y de almirantes, sin puestos que comandar.
Fuente: defensa.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario