A partir de 1940, al tiempo que se potenciaba la fabricación y uso de bioarmas de guerra, se empezó a generar la preocupación y necesidad de construir instalaciones que permitiesen el trabajo seguro con agentes biológicos patógenos para los usuarios, de forma que su manipulación redujese, minimizase o en su caso eliminase, la posibilidad del contagio y por tanto se preservase la integridad y salud de los investigadores y técnicos implicados directa o indirectamente en los proyectos.
Como consecuencia de esta inquietud y de la consciencia de su necesidad, en 1943 Hubert Kaempf, Jr., soldado del ejército de los Estados Unidos, diseña y construye el primer prototipo de instalación de nivel 3 de biocontención, Este prototipo se desarrolla bajo la dirección del Dr. Arnold G. Wedum, Director de Higiene y Seguridad Industrial en el Laboratorio de Defensa de Armas Biológicas de Camp Detrick en Frederick, Maryland (más tarde llamado Fort Detrick, MD).
Conocido como "María La Negra" o "Fort Doom", (Fuerte del día final), consistía en un edificio rectangular de madera cubierto de tela asfáltica. En su exterior se ubicaba una caldera y un incinerador.
Dentro del recinto de María La Negra, siempre había un soldado armado de ronda y otro soldado en la torre de guardia, cada uno equipado con una ametralladora Thompson. Los científicos mantenían una pistola calibre 45 cargada a su lado o en la mesa de trabajo.
El trabajador de mantenimiento contratado Alex Bryant, relata un percance de seguridad que sufrió en la Navidad de 1945. Un día al abandonar la instalación, Bryant recogió su bolsa de viaje y firmó a la salida, pero olvidó entregar su pase. A su regreso cuando fue a recoger su tarjeta de seguridad fue detenido y llevado a la oficina de seguridad. Se consideró una violación de la seguridad y Bryant fue interrogado por varias horas. Se le preguntó sobre las personas que conoció durante su licencia y lo que podría haber hecho con su pase. Fue puesto en libertad con una advertencia severa, pero podría haber sido juzgado en consejo de guerra.
A cada empleado del laboratorio soldado o civil, se le hacía firmar un documento a la entrada por lo que el gobierno de los Estados Unidos adquiría todos los derechos sobre sus restos si muriesen en acto de servicio o como consecuencia de una enfermedad adquirida en el laboratorio.
El 9 de marzo de 1943, se crearon los laboratorios de Guerra Biológica del Ejército de los Estados Unidos (USBWL), responsable de la investigación pionera en biocontención, descontaminación, esterilización por gas, y purificación de agentes.
El primer Director Científico fue la Dra. Ira L. Baldwin, profesora de Bacteriología de la Universidad de Wisconsin. Se negó a permitir cualquier relajación de las normas de seguridad. El Dr. Clendenin, quien por aquella época desarrollaba líneas de investigación en las instalaciones, escribió: "La seguridad inflexible irrita a los científicos, que sienten que los procedimientos requeridos retrasan sus proyectos de investigación".
Entre las medidas de biocontención y bioseguridad que propuso la Dra. Baldwin, se estableció la separación del efluente biocontaminado procedente de los laboratorios de los sistemas convencionales de alcantarillado. La compañía H.K. Ferguson, diseñó un sistema de vapor para la esterilización.
Existen evidencias documentales del fallecimiento de varios hombres en acto de servicio en Fort Detrick: el 25 de noviembre 1951, el microbiólogo William Allen Boyles y el 5 de julio de 1958, el electricista ingeniero de instalaciones Joel Eugene Willard, murieron de ántrax pulmonar; en 1964, Albert Nickel, un cuidador de animales, murió después de ser mordido por un animal infectado con el virus Machupo.
La NASA aplicó la experiencia de Fort Detrick para la construcción de su nuevo espacio en el laboratorio de Houston, Texas. Gracias a los prototipos utilizados en Fort Detrick, fueron diseñados sistemas de ventilación más eficientes, capuchas de laboratorio, las primeras cabinas de seguridad para manipulación de agentes biológicos con tratamiento del aire y los primeros `biowaste´.
Cabinas de Seguridad Biológica para biocontener aerosoles (el "Ocho-Ball").
En 1952 fue construido el llamado "Edificio 470" conocido como "La Torre Anthrax", creado como una planta piloto para el cultivo de grandes cantidades de agentes biológicos como Bacillus anthracis. En él se fabricaron 5.000 bombas de ántrax.
En 1970, la confianza en que la antigüedad de las instalaciones incorrectamente mantenidas durante años se convirtieran en un riesgo potencial, la actividad investigadora cesó. A pesar de que el edificio 470 sufrió tres descontaminaciones con productos químicos especiales, no se pudo certificar el 100% de limpieza. Esporas de ántrax se encontraban depositadas en las grietas del hormigón, superficies y huecos, a lo que se unía la presencia de miles de palomas, que como posibles vectores de transmisión, se posaban en sus vigas y en las torres de refrigeración del aire acondicionado.
USAMRIID
Desde 1971, las instalaciones pertenecen al USAMRIID. Dispone de más de 10.000 pies cuadrados de Nivel de Bioseguridad 4 (BL4) y 50.000 metros cuadrados de Bioseguridad Nivel 3 (BL3) donde trabajan 500 médicos, veterinarios, microbiólogos, patólogos, químicos, biólogos moleculares, fisiólogos y farmacólogos, siendo laboratorio de referencia de la Organización Mundial de la Salud y colaborador con los CDC en Atlanta, (Georgia).
Es el laboratorio de contención más grande en los EE.UU. Además, dispone de una sala especial BL4 para atención médica de pacientes que puedan haber sido accidentalmente expuestos a agentes infecciosos en el laboratorio, o que hayan adquirido una enfermedad muy peligrosa en una zona endémica.
Radar de fotones
En los 80 y los 90, Jakob Segal, afirmó que en Fort Detrick el Gobierno de los Estados Unidos había creado el VIH y el Dr. Boyd Graves demandó al Gobierno de los Estados Unidos por haber usado un virus etnoespecífico de los nazis, adquirido a través de la "Operación Paperclip".
Los ataques con ántrax en el 2001, se realizaron con una cepa derivada de la conocida "Cepa Ames" que fue desarrollada por USAMRIID.
Una instalación que jugó un papel crucial en los programas de bioarmas de EE.UU. en la Guerra Fría, es el Centro de Enfermedad Animal de la isla de Plum Island que se encuentra bajo el control del Departamento de Agricultura de EE.UU.
Según el Dr. Mark Sanborne, "padrino espiritual" de Plum Island, el doctor Erich Traub conocido científico nazi pasó los años previos a la guerra relacionado con la Instalación. El investigador Michael Christopher Carroll en su publicación Lab 257, afirma que al estallar la guerra, Traub volvió a Alemania y fue jefe de la instalación secreta de guerra biológica de los nazis "Insel Riems", ubicada en una isla en el Mar Báltico. El Dr. Traub que dependía directamente de Heinrich Himmler, probó pulverizaciones de gérmenes y virus sobre la Unión Soviética ocupada.
España. Origen y presente
En España, se tomó realmente conciencia de la necesidad de crear espacios biocontenidos para trabajar de forma segura con agentes biológicos en 1987, cuando se empezó a construir el Centro de Investigación en Sanidad Animal del Instituto Nacional de Tecnología Agraria y Alimentaria, por entonces perteneciente al Ministerio de Agricultura.
CISA
La decisión de la creación de una instalación que cumpliese con todas las medidas de biocontención existentes hasta la fecha, homologables por la comunidad internacional y que permitiese albergar, manejar y experimentar con agentes biológicos patógenos de Alto Riesgo, tiene un origen claro.
La pasada presencia de peste porcina africana (PPA) en el territorio nacional, supuso un quebranto económico para el país y la transmisión hacia la comunidad internacional de que España ocupaba un segundo escalón en el control de la sanidad animal.
La PPA penetra en Europa en 1957 a través del aeropuerto de Lisboa, gracias a un "catering" procedente de África. En 1960 traspasa la frontera con España y vía Badajoz llega a Madrid y posteriormente con gran rapidez, avanza por todo el territorio nacional para saltar a Francia, Italia y varios países del centro de Europa. En España queda asentada de forma endémica durante 30 años.
En aquella época coinciden en un laboratorio de la calle Embajadores de Madrid, un grupo de científicos que han marcado el actual éxito de la sanidad animal española; el profesor Sánchez Botija y el Profesor José Manuel Sánchez-Vizcaíno, quien entra a trabajar en un laboratorio de EEUU con el fin de conocer nuevos métodos de diagnóstico virológico. Al tiempo que desarrolla su trabajo científico, conoce y comprende la necesidad de trabajar en ambientes biocontenidos.
En 1980, transmite con entusiasmo y convicción los conocimientos adquiridos en bioseguridad y biocontención al Ministerio de Agricultura Español, contagiando la necesidad de crear una Instalación similar a las ya existentes en EEUU (Plum Island), Alemania (Tübingen), Holanda (Lelystad) ó Reino Unido (Pirbright), con el fin de poder estudiar cualquier agente patógeno en condiciones seguras tanto para el usuario, las poblaciones humanas y animales cercanas y el medioambiente.
En 1987, se desarrolla el proyecto de construcción del "Centro de Investigación de Sanidad Animal (CISA)", una de las mayores y mejores instalaciones biocontenidas de nivel 3 existentes en Europa.
En poco tiempo, el CISA se convierte en un referente internacional de primer nivel, gracias al trabajo y dedicación de Sánchez-Vizcaíno y sus colaboradores, entre los que cabe destacar a la Dra. Marisa Arias que actualmente continúa su labor científica en el Centro con igual tesón.
La instalación con 11.000 m2 en contención biológica, permite albergar agentes biológicos patógenos zoonóticos y no zoonóticos de los Grupos 2, 3 OMS y 4 OIE, teniendo como premisa principal en su concepción, el establecimiento y puesta en práctica de las denominadas barreras de contención.
De entre ellas, destacan las que se centran en los mecanismos técnicos y arquitectónicos que permiten la obtención de una biocontención integral. Su diseño funcional, la existencia de duchas de descontaminación, el establecimiento de una presión negativa "indoor" que permite un gradiente diferencial unidireccional controlado, la filtración absoluta del aire, el tratamiento termoquímico de los efluentes previo a su vertido y la existencia de exclusas de transferencia de doble frontera y sistemas térmicos "in situ" para la destrucción segura de los residuos sólidosbiocontaminados, marcan un antes y un después en la biocontención española.
Gracias a una excelente y efectiva transmisión de una cultura preventiva en bioseguridad liderada por el Profesor Sánchez-Vizcaíno y potenciada por su Servicio de Bioseguridad, entre los años 2002 y la actualidad, se enraíza en el parque científico español la necesidad de trabajar en ambientes biocontenidos como herramienta de seguridad y empiezan a proliferar instalaciones de mayor o menor envergadura destinadas a labores de investigación, experimentación, diagnóstico y producción.
Pero no todo es satisfactorio. Determinadas decisiones políticas, la escasez de dinero para afrontar proyectos serios y firmes, la inocencia o el desconocimiento que permite aceptar proyectos insuficientemente estudiados, unidos a la falta de rigor (en ocasiones) de empresas "especializadas" que hacen prevalecer el beneficio frente a la seguridad, hacen que en la actualidad puedan contabilizarse más de 40 instalaciones o laboratorios en el territorio nacional, no todas correctas ni bioseguras.
Desafortunadamente, el Gobierno Español no dispone de una herramienta ejecutiva especializada que permita cualificar este cada vez mayor número de instalaciones que se generan en su territorio, y que en muchos casos se autodenominan inadecuadamente de nivel 3 ó 4 de Contención Biológica, e inician su actividad sin ser conscientes de que albergar agentes biológicos de alto riesgo sin las medidas de control necesarias, las convierten en un foco primario de inseguridad con posibles consecuencias fatales para el estatus sanitario del país y su actividad política y económica.
Ante esta ausencia, corresponde a los responsables de este tipo de instalaciones desarrollar en proyecto y en la práctica aquellas medidas de biocontención que sean garantes de seguridad y llevar a cabo un seguimiento estricto de las actividades científicas a desarrollar y un eficaz mantenimiento.
En consecuencia, los inicios y la actualidad de la biocontención han estado y están marcados por aciertos y errores, por un notable uso del claroscuro basado en fuertes contrastes, unos iluminados y otros ensombrecidos para destacar las fortalezas, pero más evidentemente las debilidades.
Esperemos que el avance de la biocontención nos sitúe en un punto más cercano a los flamencos e italianos del "cinquecento", y lejos del tenebrismo barroco de Caravaggio, Rembrant, o José de Ribera, no utilizando la luz en la composición para destacar sólo un objeto específico, poner de manifiesto nuestra "bioinsensatez".
Fuente: http://tecnologamilitar.blogspot.mx
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